dilluns, 1 de desembre del 2008

XXXVII Missa d'en Roger

Diez meses. Diez largos meses hacía que Roger era cura de Lleida. Diez meses procurando por sus feligreses, diez meses orando, rezando y predicando la palabra del Señor, para saciar y dispar las sembraduras del Maligno, de la criatura sin nombre.

Bautizos, bodas, celebraciones, entierros… en esos 10 meses había sucedido de todo. Alegrías, penas, nacimientos, muertes…

Había sido un tiempo duro. Demasiado tiempo había pasando en Lleida sin que nadie llevara a los ciudadanos por el buen camino, por el camino correcto, por el único camino verdadero.

Roger, pero, había sido nombrado Vicario General de la provincia de Tarragona (Diócesis de Lleida y Diócesis de Tarragona), la cual cosa comportaba unas alteraciones en la vida del, has ahora, cura de Lleida. Ya no podía centrarse únicamente en la Santa Catedral, sino que ahora tenía que ayudar al Arzobispo, Don Tanys, a llevar a cabo el convulso y laborioso trabajo de la Iglesia Aristotélica.

Este era el último domingo que el de Gràcia iba a celebrar la misa como cura de Lleida. Con una tristeza, pero a la vez alegría e ilusión, empezó el sermón dominical:


Bienvenidos queridos Hijos, que Dios Nuestro Señor os guarde y recibáis paz en la casa del Altísimo.

Hoy os hablaré del amor.


Roger, abrió el libro I El mito aristotélico, capítulo VII de la Creación, el amor:

Cita:
Creación VII: El amor

Dios no respondió a la criatura que había hecho la apología de la soberanía del fuerte por el escaso.

Se volvió hacia un grupo de criaturas. Era precisamente el que formaba parte de la raza humana y que había recorrido el mundo. Dios sabía que este grupo se creía rechazado por él. Estos humanos pensaban estar privados de todo talento. Consideraban haber sido apartados de la creación a causa de su pretendida inferioridad. Pero, entre ellos, el humano que llevaba el nombre de Oane tenía, sin estar seguro, la respuesta a la pregunta planteada por el Altísimo.

Ya que Oane dudaba. Observaba a menudo las estrellas, esperando ver a Dios. Amaba al Altísimo con un amor sincero, pero no sabía si eso era el verdadero sentido de la vida. Le hubiera gustado dar su respuesta, pero estaba considerado como un espíritu débil para su grupo y nadie quería dejarlo hablar. Pero Dios era omnipotente. Había oído al grupo de humanos quejarse. Pero sobre todo, había percibido el amor y la duda en el corazón de Oane.

Desde el cielo, un rayo de luz se hizo y vino para cubrir en una aureola a Oane. Se sorprendieron todas las criaturas, admirando la suave luz que rodeaba al humano. Se apartaron entonces, dejándolo solo ante Dios. Contempló su cuerpo iluminado de una mirada plena de curiosidad. Luego se volvió hacia los miembros de su grupo. Por primera vez en su vida, no pudo ver en las miradas menosprecio sino respeto.

Y Dios le pidió: "¿Y tú, el humano, no tienes nada que responder?" He convocado aquí a toda Mi creación para encontrar él que dará la respuesta correcta a Mi pregunta. Has venido y no respondiste. ¡Te pido que lo hagas!". Entonces, Oane, petrificado por el tono severo de su creador, abrió los ojos hacia él y, en un tono vacilante, dijo: "Pero, Altísimo, no sé si mi respuesta es correcta...". Y Dios le pidió: "¡Habla y yo te lo diré!".

Oane respondió: "La verdad es que has hecho de tus criaturas que se alimenten las unas de las otras. Deben cazar y matar para alimentarse. Del mismo modo, deben luchar para defender su vida. Pero no hay fuertes ni de débiles. Nadie se rebaja ni pisotea a los otros. Nos une todo en la vida y somos todos Tus humildes criados. Ya que eres nuestro creador."

"Es por eso que diste talentos más bonitos a unos y a otros, a todas Tus criaturas. Cada una de ellas tiene su lugar en Tu creación. Su talento permite a cada una de ellas encontrarlo. Por lo tanto, no hay criatura preferida por ti, Altísimo. Somos igualmente queridos por ti y a cambio debemos amarte todos. Ya que, sin ti, no existiríamos. Nos has creado cuando nada te obligaba hacerlo y por eso debemos amarte para darte las gracias por ese acto."

"Nosotros la verdad es que estamos conectados a la materia, ciertamente sujeto a sus leyes, pero nuestro objetivo es ir hacia Ti, el Espíritu Eterno y Perfecto. Pues, a mi modo de ver, el sentido que dio a la vida es el amor." Dios dijo: "Humano, puesto que eres el único en entender lo que es el amor, hago de tus similares Mis niños." Así pues, sabes que el talento de tu especie es su capacidad a amarme y a amar a sus semejantes. Las otras especies solo saben amarse a sí mismas. »


Somos las criaturas preferidas del Altísimo. Somos los escogidos, somos los triados entre la multitud de especies halladas en aquellos tiempos. Pero este privilegio que recibimos gracias a las sabias palabras de Oane, no tiene que ser usado para nuestro propio bien. Nuestro ego no tiene que verse apoyado por nuestra condición ante Dios Todopoderoso.

No, no debemos de caer en las equivocaciones de nuestros antecesores. No debemos de caer en los errores desvelados y conocidos, escritos en los anales de la historia y recordados en nuestras sagradas escrituras.
Ya intentaron, un grupo de humanos corrompidos y mancados de fe y buena voluntad, aprovecharse de la benevolencia de nuestro creador, aliándose así con la Criatura sin Nombre, dispuesta siempre ha sembrar el mal y la discordia por las tierras de los fieles y hombres de fe. Pero este grupo de humanos cegados por las mentiras, blasfemias, pero a la vez, suculentas y tentadoras palabras del Maligno, no consiguieron vencer la fe aristotélica. Fracasaron en su intento de apoderarse de los más débiles, sin saber, que eran ellos los más débiles.

Todo esto, hijos, tiene que servir para unirnos. Para forjar, aun más, la comunidad aristotélica en nuestra ciudad. Para fortalecer el amor, la paz y la sabiduría en nuestras amadas tierras.
Donde todos trabajemos con todos. Donde se ayude a los necesitados y se reclame a los sobrados. Debemos de construir una comunidad fuerte, para poder vivir en armonía, paz y amor.

La ciudad que quería nuestro profeta, Aristóteles, la ciudad siempre soñada por él. Un lugar en cuyo los extranjeros sean bienvenidos, alojados en nuestros hogares, ayudados y escuchados. Deben de sentirse bien en nuestra ciudad aquellos que vengan de fuera, y eso es tarea nuestra.
Da igual su condición social, sus ideologías, sus políticas, da igual incluso si son o no fieles aristotélicos. Todos merecemos una ayuda, y más en estos tiempos revueltos e indecisos.
Además de guiar a los ciudadanos por el buen camino, explicar cuál es la verdadera fe, el verdadero camino, el correcto.

Debemos de forjar una comunidad sin igual, una ciudad envidiable en el resto del Principat, de la Península, del Mundo entero. Voluntad, disposición y amor. Las únicas claves para que todo esto, sea posible.


El cura, después de una larga misa, calló y bajó la cabeza. Un sentimiento de pena inundaba su interior. Sin duda alguna, iba a echar en falta a la gente, los sermones, la Catedral. Pero debía de emprender un nuevo camino, aun que paralelo hasta el que ahora tenía.
Alzó su cabeza, y dijo:


Y para terminar el sermón, hijos, recemos todos juntos…



Creo en Dios, el Altísimo todopoderoso,
Creador del Cielo y de la Tierra,
de los Infiernos y del Paraíso,
Juez de nuestra alma en la hora de la muerte.

Y en Aristóteles, su profeta,
El hijo de Nicómaco y Faestis,
enviado para enseñar la sabiduría
y las leyes divinas del Universo a los hombres perdidos.

Creo también en Christos,
Nacido de María y Giosep.
Dedicó su vida para mostrarnos el camino del Paraíso.
Por ello después de haber sufrido con Pilatos,
Morir como martir para salvarnos.
Alcanzó el Sol donde lo esperaba Aristóteles a la derecha del Altísimo.

Creo en la Acción Divina;
En la Santa Iglesia Aristotélica Romana, única e Indivisible;
En la comunión de los Santos;
En el perdón de los pecados
en la Vida Eterna.




Amén.

Hijos, me apena deciros que, el próximo domingo, no habrá misa en la Santa Catedral, La Seu Vella de Lleida.
He sido nombrado, por Su Excelencia, Don Tanys Arzobispo de la diócesis de Tarragona, Vicario general de la provincia de Tarragona. La cual cosa conllevará un mayor trabajo por mi parte, teniendo que partir a otras villas frecuentemente, para predicar la palabra del señor, orar y ayudar a los feligreses.
Es por eso que, domingo tras domingo, no me podré hacer cargo de la misa dominical, y dejo mi puesto de cura de Lleida.
Decir, también, que hay vacante el puesto de diácono de Lleida, y hace falta gente de fe, capaces de guiar al pueblo de Lleida por el buen camino.

Id, pues, y que Dios Nuestro Señor os guarde de las fauces del Maligno.
Non nobis, Domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam.